poemas, anécdotas y reflexiones que ayudan
a conocerlo mejor como hijo, hermano, padre,
amigo y paciente con TOC.
Te invitamos a leer algunos fragmentos de su obra.
8. pensamientos y
sensaciones II
7. pensamientos y
sensaciones I
6. mis rasgos
bipolares
5. los tipos
de TOC
4. vida
amorosa
3. la penúltima
vez
2. universo
paralelo
1. la cuenta
mental
la cuenta
MENTAL
Un día de noviembre nació la niña de mis ojos.
Juré amarla por siempre,
mimarla y jugar con ella como pocos.
Con ella aprendí el arte de querer,
sentarme junto a un río y de sus lágrimas beber;
aprendí a ser padre sin manual
dejé a un lado todo lo banal.
Felices fuimos de otoño a primavera
volamos por nubes, cruzamos por cuentos,
tocamos con un dedo el firmamento.
Mas un día súbitamente se fue
traté de formularme el por qué.
En poemas y canciones la invoqué
hasta debajo de las piedras le busqué
Entonces en una azul estación me senté
esperándola pasar tren tras tren,
juro que en el viento oí su dulce voz decir “papi ya ven”.
Rojizos los ojos, decidí esperar,
comenzar una cuenta mental.
Jamás a perderla resignar,
saber que el bien siempre triunfa ante el mal,
sabía que volver la vería.
Llegó aquel día
en que la niña de mis ojos volvería:
todos mis males pasarían
y una rosa le regalaría
Nuestras vidas de felicidad se colmaron,
nuevamente con ella jugué y jugué como pocos;
las furias de los vientos se calmaron,
terminaron todos mis enojos.
Jamás pensé que con la edad, los vientos y los años,
las historias se repiten:
nuevamente los fantasmas hacen daño,
y los cuentos dolores emiten.
La niña de mis ojos nuevamente se ha ido
dejando mi cabello desteñido,
el corazón estrujado y enmarañado.
Fracturada la vida,
me consuela que aún escucho su voz en los vientos;
en aquella vieja estación nuevamente me siento
sigue tren tras tren mi mirada.
La misma rosa hijita te daré,
ten por seguro, cuando te vuelva a ver.
Sé que envalentonado debo esperar
y nuevamente empezar esa cuenta mental.
universo paralelo
POEMA
Vivo en un universo paralelo
donde todo es en blanco y negro,
donde se confunde lo que anhelo,
donde me caigo si me yergo.
No existen leyes de la gravedad
y vivo siempre flotando,
vivo siempre cantando
en utópica búsqueda de felicidad.
Me dicen que siga al pastor
mas oveja no soy;
extinto estoy
he perdido plusvalía, dice el contador.
Camino de cabeza,
hablo entre líneas,
pido vino y me dan cerveza,
mi discurso causa vergüenza.
Busco el amor de Florinda, Matilde o Hilda
pero dos de las tres de loco me tildan,
y si la que queda se enamora
al rato del rato, un mejor partido la devora.
Utilizo el recurso de escribir un verso a color
mas en blanco y negro lo lee el lector,
entonces por el mismo camino voy en círculos
intentando en la sociedad hacer vínculos.
Jadeante no lo consigo.
La canción se vuelve monótona,
la risa es hipócrita,
ojalá estuviera contigo.
Mujer sincera y hermosa,
dulce y humilde moza,
teñidos cabellos de oro
de quién algún día me enamoro
en algún sueño entre julio o agosto,
dentro de un verso que no tiene costo,
mientras la gente no me pida pague el impuesto
porque en otro idioma balbuceo.
Por nadar contra corriente en el mar
se me olvidó traer flotadores.
Al vivir entre piratas y deudores
deberé pagar el peaje,
pues en mi universo paralelo hago este viaje.
la penúltima
VEZ
Vuelvo a mi narración amigos, y les advierto que lo que voy a contar es muy duro para mí, como persona que perdió el rumbo y se sumió en el grado más profundo de depresión, que hace que ya no pensemos coherentemente y decidamos que la mejor manera de terminar el sufrimiento es, justamente, terminando con nuestras vidas. Esta narración, muy real y con detalles contundentes de humanidad e inhumanidad, y sugiero que las personas con grados de sensibilidad muy alta piensen bien si están dispuestos a asimilar este capítulo. No quiero causar conmoción en el lector con esta advertencia, ni llenar de detalle macabro el libro, pero sí es necesario que las personas que están recibiendo el mensaje, comprendan que la vida de una persona con TOC es muy dura y que se vuelve un infierno cuando está pasando por momentos de tener el espíritu taciturno y el alma destrozada. Además, el hecho de estar con el trastorno disparado a grados intolerables y ser víctima de estar mal medicado, hace que no pensemos de manera racional y tomemos decisiones peligrosas y erróneas.
El doctor Matamoros había cambiado de un día para otro toda mi medicación con el pretexto de que lo que había tomado ya por unos diez o doce años de mi vida estaba sin producir resultados, y me había, con sus propias palabras, “bombardeado con artillería pesada”. Me quitó el rivotril y aumentó la cantidad de anafranil y seroquel, a lo que aumentó unos cuatro medicamentos más; sólo recuerdo que el uno era lyrica y dos rimaban más o menos entre sí, se llamaban algo parecido a remedón y remedil, o efexor y alguna otra medicina que terminaba en exor. Los nombres no tienen importancia, pero sí el hecho de que causaban mucho más ansiedad y depresión de lo que hacían mis medicamentos habituales; me acuerdo claramente que la combinación agudizaba mis 5 sentidos e increíblemente lograba que comprendiera partes de otras lenguas latinas fácilmente. También podía oír perfectamente conversaciones de otras personas a unos 40 metros de distancia y mis reflejos funcionaban como en cámara, podía detectar el vuelo de zancudos o moscas y matarlas con la mano ¿Qué compuestos tendrían estos nuevos medicamentos? No lo podría decir a ciencia cierta, pero esos eran algunos de los efectos secundarios.
Parecería como que la extraña mezcla de componentes que me hizo tomar Matamoros me creaban ciertas habilidades inconscientes, que parecerían de superhéroes de comics y películas. Les juro que no lo estoy inventando y quizás fue lo único divertido de esta experimentación bizarra. Recuerdo haber entendido claramente canales de TV en italiano y francés, conversaciones de películas y noticieros, a pesar de nunca haber podido.
Además de esto me llené de una paranoia altísima. Tenía la impresión de que los vecinos del departamento de mi mamá que eran un marine y una experta en seguridad de la Embajada Americana que me estaban observando con cámaras ocultas y con tecnología infrarroja para ver en la noche, y observaban todos mis movimientos por alguna razón extraña. Imagínense amigos qué mezcla tan rara de emociones y discrepancias.
El día siguiente era domingo y se iba de vuelta a casa de su madre. Yo me desperté aún muy dolido y sentía punzadas en el corazón y el alma porque mi hija definitivamente ya no me quería, cuando fuera del acontecimiento de lo que me contó de la ternera, habíamos pasado un día muy bonito el sábado. Mi hija se despertó y yo seguí deprimido y resentido. Marti, a su vez, confundida y triste también porque yo no me quería levantar ni a desayunar con ellos. Mi mamá y Arturo la llevaron a desayunar y se quedaron con ella hasta que, tipo 3 de la tarde, vino Sole a recogerle. Me acuerdo que me dijo: “Hijito la Marti te adora. Por favor no te pongas así y despídete, dale un beso”. Levanté medio cuerpo de la cama e instintivamente le di un beso a mi nena en la frente y me volví a acostar con la seguridad de que sería el último beso y la última vez que vería a mi hija. Tristemente casi resultó siendo así. De reojo vi que Martina le decía: “Chao Abu y chao Arturo”, y luego bajaban las gradas.
Ese domingo toda la noche iba planificando cómo me quitaría la vida, ya que no había ninguna manera de que recuperara a mi hija en mí corazón. Recuerdo que aún tenía mis últimos rasgos católicos; tenía una estampa de Jesús en mi velador y una foto de Martina junto al río, en la Hacienda de Juan Carlos en Ambato, donde miraba mi pequeña a la cámara sin sonreír. Yo veía ambas cosas como los signos claros: la estampa de Jesús me decía que era hora de partir; y a su vez, la carita de Martina sin sonreír, era una señal de que estaba apática conmigo y la había perdido. Esa noche del domingo le imploré a Jesús, o más bien dicho, a su estampita, que acabe con mi sufrimiento y haga que amanezca sin vida lo cual, lógicamente, no pasó.
El lunes siguiente llamé al doctor Matamoros y le pedí que viniera a mi casa. Matamoros no daba consulta en la casa, pero le convencí y accedió a ir a las cinco de la tarde. Mi intención era rogarle que utilice eutanasia y me quite la vida, porque ya no podía seguir con el sufrimiento y deseaba morir. Pensaba decirle que era el único y último favor que le iba a pedir. A pesar de la ilógica manera de pensar y experimentar con sus pacientes, no creo que el doctor Matamoros hubiera accedido a tal pedido, ya que, si alguien se daba cuenta, hubiera ido a la cárcel por asesinato. Eso mismo pensé, y le llamé a decir que mejor no venga porque ya me sentía mejor, que más bien le llamaría los días posteriores para una cita. Pueden imaginar el nivel de depresión crónica, de ideas autodestructivas, suicidas, al que había llegado. Entonces, por última vez, le pedí a la imagen de Jesús que me produzca un infarto y me lleve al cielo ese lunes en la noche. Nuevamente no sucedió.
A la mañana del martes lo tenía decidido. Yo mismo lo haría. La mejor y menos dolorosa manera sería con una sobredosis de mis medicinas. No di señal alguna de sentirme así, pero las mamás tienen sexto sentido, y la mía me preguntó antes de irse a dormir que si estaba bien. Yo le dije con sangre fría, “sí mamita, estoy bien. Vayan a dormir”. Ya tipo diez u once de la noche, tomé tranquilamente todo el arsenal que tenía, la combinación de seis o más medicinas para un mes, que debe haber sido no menos de unas 110 o 120 pastillas y, además, tenía un frasco a medio terminar de unas pastillas naturales de levadura para ganar peso que había comprado porque quería subir un poco de peso y verme menos raquítico. Tomé en mis manos la foto de Martina en la orilla del río de la hacienda, vi su carita en la foto y le dije, susurrando y con lágrimas en los ojos: “Chao mi amor, te amo”. Dejé la foto en el velador. Cogí cada sachet de medicinas y comencé a abrirlos. Tenía un vaso y con lo iba llenando con agua de la mientras, metódicamente, tragaba cada pastilla, hasta que no quede una sola.
Para asegurar mi deceso, cogí el frasco de pastillas de levadura y también me las tomé. Con mezcla de sentimientos, pero determinado a no decir nada y seguir con el suicidio, me acosté en la cama con la idea de que me quedaría dormido pronto y todo acabaría en minutos. Para mi sorpresa pasó una hora y claro que me sentía mareado, pero no me dormía. Empecé a sudar frío y pensé, “hagámoslo rápido”. Abrí el balcón de mi cuarto, que era en un séptimo piso, me acerqué al quicio. Vi para abajo; daba a un jardín de otra casa y comencé a calcular el salto. Sí saltaba lo suficientemente largo, caería encima de una loza muy fuerte que había debajo y no al jardín ¿Qué diferencia hacía si eran 7 pisos? Sea jardín o sea loza, no sobreviviría la caída. Todo indicaba que de una u otra manera moriría.
Me subí a la segunda o tercera parte de esa defensa para niños que siempre hay en los balcones y comencé a contar mentalmente hasta diez para efectuar el salto. Al llegar a diez estuve muy cerca de saltar, pero me eché para atrás al último. Ya empezaban a hacer efecto la sobredosis de pastillas y me iba adormeciendo, pero seguía en el balcón pensando: “hagámoslo de una buena vez, será en segundos y posiblemente sin dolor”. Volví a trepar a la segunda parte de la defensa o pasamanos del balcón y empecé la cuenta de nuevo, ya semidormido. Creo llegué hasta cinco, y me dije: “De gana voy a despertar a todos y van a encontrar un cadáver con los sesos esparcidos por todas partes; ya me cogieron las pastillas y seguramente moriré tranquilamente en mi cama”. Fue gracias a sentir ese aturdimiento, ese sueño que iba pacificando mi mente, lo que impidió que saltara. Irónicamente, en el 2003 ya había saltado delante de mis padres cuando tuve otra crisis, pero contra el vidrio de la sala de estar. Era el mismo departamento y los mismos siete pisos, pero esa vez el vidrio se movió mucho para abajo y regresó, lanzándome de vuelta al piso de la sala. Esa fue la primera de los tres intentos de suicidio más graves que he tenido y en esa ocasión también salí ileso de manera inexplicable. Realmente cuánto dolor ha causado a mis padres y seres queridos las terribles secuelas de mi TOC en estado descontrolado y su depresión crónica.
Volviendo a ese martes del 2007, me acosté finalmente pensando que me dormiría rápidamente, nunca despertaría y no sufriría dolor alguno: la muerte perfecta. La verdad es que la combinación de pastillas me causó insomnio y un estado de entre la conciencia y el sueño. Mentalmente comencé a ver luces de muchos colores y caminos imaginarios, como que iba propulsado por un motor que me hacía pasar a toda velocidad por esos caminos eléctricos; una sensación muy intensa y a su vez muy placentera. Supongo que las personas que usan drogas tipo heroína o crack deben sentir algo similar y esa debe ser la razón por las que utilizan una y otra vez estas drogas; ha de darles un placer único al principio, para luego provocarles las terribles consecuencias del abuso, el bajoneo y los monstruosos efectos secundarios. La verdad era un “trip” súper extraño y muy loco.
A veces como que volvía a la realidad y sentía mi cuerpo entumecido, y me venían grandes dosis de ansiedad. Luego me daba la impresión que mi cabeza crecía enormemente y estaba a punto de estallar con cerebro y todo. Por otros ratos sentía claramente el ritmo de mi corazón acelerándose y pensaba que me causaría un infarto y a su vez sentía como que mis pulmones empezaban también a hincharse, que se me escapaba el oxígeno del cuerpo. En todo caso, durante todo este tiempo no podía mover ni un dedo por más que tratase. Estaba como paralizado.
Me quedé dormido como hasta la madrugada. Me desperté con un fuerte dolor abdominal y con la sensación de que estaba muriendo ahora sí. Creo que mi instinto de conservación hizo que, tambaleante, me levantara de la cama, despertara a mi mamá y le dijera que no me sentía bien. Semidormida me preguntó qué me pasaba. Le dije que me sentía mal, que me dolía el estómago y estaba mareado. Nuevamente su sexto sentido hizo que me preguntara si me había tomado algo. Yo le dije que sí, que me había tomado mil pastillas, todas las pastillas. Ese rato mi mamá entro en pánico y le dijo a Arturo que se llamara una ambulancia o me lleven al hospital. Mientras debatían opciones yo me iba quedando dormido. Como no podían llamar a mi hermana, que estaba por dar a luz, y mi papá estaba de viaje, llamaron a un tío y a mi hermano. Ya semidormido sentí que mi hermano Steve y mi tío me cargaban.
Lo siguiente que recuerdo es que me pusieron en el auto de mi mamá y llevaron a alguna clínica de la ciudad. Un grupo de emergencias me sentó en una silla de ruedas y llamaron a un doctor experto en intoxicaciones. Me hacían muchas preguntas y yo contestaba lo que podía. El doctor me preguntó que a qué hora tomé las pastillas y cuántas fueron. Yo le decía, “todas, anoche”. El doctor y yo insistía: “todas anoche”. Como que no iba a haber información clara, ya que todo esto era entre sueños. Telefonearon a Luisita, la empleada doméstica que trabaja aún con mi mamá; le dijeron que buscara cuántas pastillas había en los sachet y cuente cuántas vacías habían, dijo angustiada: “El señor se ha tomado todas las pastillas; son como 6 sachet de 20 y 30 pastillas; sólo queda una que se le ha caído en el piso”. Empezaron a monitorear mis signos vitales y preparaban una camilla. A pesar de todo oía que los doctores decían que no creían que me hubiera tomado tantas pastillas y estuviera vivo. También decían que era muy tarde para un lavado estomacal porque ya debían estar digeridas las pastillas y me dijeron: “Allan, te vamos a introducir una aguja y vas a sentir un pinchazo. Respira hondo”. Introdujeron una gran aguja por el orificio del pene y sentí que entraba hasta el estómago o el intestino. No sé a ciencia cierta, pero a pesar de lo entumecido que estaba, recuerdo que fue una sensación incómoda. El doctor de intoxicaciones iba sustrayendo en una jeringa líquido; hicieron esta operación varias veces y, en la mitad de la misma, empezó a sonar un pito, tipo alarma, de alguna de las máquinas que tenía conectadas para medir mis signos vitales. Se me estaba acelerando los latidos del corazón a un nivel demasiado alto y trataban de normalizarlos. Ese rato sí creí que iba a morir. Empecé a llorar aturdido y le dije a mi mamá: “No dejen sola a Martina. Vele tú un fin de semana y que mi papá le vea un fin de semana y por favor cuídenle, creo que de esta no salgo”. Mi mamá lloraba y me decía que me tranquilice, que sí iba a salir de esto, que debía luchar por mi hija. Mi tío me decía: “Tranquilo mi pana, todo va a estar bien”. Mi hermano se daba vueltas alrededor de la sala de emergencias. Creo que los doctores me inyectaron algo y poco a poco comenzó a bajar los latidos por segundo. La enfermera los iba contando al igual que la máquina. Luego sentí que el dolor abdominal desaparecía y que el corazón ya no se salía de mi pecho. Me habían salvado la vida.
Realmente soy un tipo con mucha, mucha suerte, con un hígado potentísimo y afortunadamente lo que sea que extrajeron de mi estómago o intestino hizo el efecto deseado. Sobreviví una vez más y causé el susto de su vida, nuevamente, a mi familia. Mi pequeña Martina no supo nada de esto hasta más o menos los 12 o 13 años de edad cuando le empecé a explicar lo que era el trastorno obsesivo compulsivo y lo duro que es sobrellevarlo. Le prometí que no volvería a pasar y le pedí que ella nunca ni lo piense, aunque esté en la peor depresión de su vida. Me acuerdo que me dijo: “Júrame, papi, que nunca más lo vas a hacer. Sin ti yo me muero.” Le juré que no lo haría y he cumplido la promesa. Pienso hacerlo por siempre.
vida
AMOROSA
La vida amorosa de una persona con TOC es muy compleja. De por sí tendemos a no poder comunicarnos con facilidad con nadie y nos encerramos dentro nosotros mismos... Somos muy inseguros y tenemos la idea en la cabeza continuamente que vamos a ser rechazados. Recuerden que en ya mencioné en este libro, que por el hecho de tener ideas intrusivas y las consiguientes compulsiones obsesivas tendemos a tener gran dificultad en centrar nuestra total atención en conquistar a una persona del sexo opuesto.
Obviamente para hacer esta tarea más fácil tendemos a buscar algo que nos desinhiba. Casi siempre es el alcohol quien hace “ese trabajo sucio”. Lo llamo así, porque al estar alcoholizados no somos nosotros mismos y solemos ser cargosos con las mujeres. En otras palabras, casi siempre nos “sale el tiro por la culata”, ya que podemos espantar a las mujeres en vez de conquistarlas.
En mi vida, creo que he tenido menos parejas que lo normal y sobre todo han sido muy casuales. No he logrado tener relaciones muy largas. Cuando estuve casado con Sole, la mamá de mi hija Martina, duramos juntos a lo mucho tres años y es la única vez que he convivido con alguien. La gran mayoría de mis relaciones han sido cortas y esporádicas. A pesar de eso, creo que sí me enamoré más de cuatro o cinco veces y muchos de esos enamoramientos fueron muy intensos, pero con grados de infatuación o capricho, y algunas veces fueron más platónicos que reales. Es decir, a ciencia cierta, no podría asegurar que he conocido el verdadero amor o el que nos propone la sociedad: el de años de afección con la misma persona manteniendo la “llama viva” todo ese tiempo. La mayoría de las veces he fracasado en el intento, lo cual no hizo que no sea real, profundo y doloroso cuando terminó.
Quiero contarles que lamentablemente hace no mucho tiempo herí a una persona buena y de gran corazón. Como siempre, para proteger identidades de las personas o utilizaré seudónimos o simplemente omitiré el nombre por completo. Debo acotar que es una persona con quien ya había salido antes y cometí el error de llamarle a altas horas de la noche y con una botella de vino adentro. Eso no me justifica de ninguna manera, pero lo hace un poco más complejo. No recuerdo con absoluta claridad todo lo que pasó esa noche, pero lo que sí estoy seguro es que ni yo mismo sabía lo que quería. Estaba en la cuerda floja en otra relación que se había convertido tormentosa de ambos lados y yo la consideraba liquidada ya. Eso le expresé a ella. También que lo más importante era seguir siendo amigos y ver la posibilidad de volver en el futuro. Recuerdo haber enfatizado en el hecho de que aún tenía sentimientos encontrados con la otra chica y que todo estaba bastante incierto. En todo caso, la ilusioné y no llegó a haber una nueva relación. Fue un error grande, ya que perdí su amistad y confianza y a la vez se cerró toda puerta, como era de esperarse.
Mi última relación con una chica, terminó semanas atrás… tal vez sean meses ya. Dejó un sabor agridulce, ya que hubo muchos malos entendidos, peleas, incomprensiones y finalmente ella llegó a pensar algo bastante ilógico desde mi punto de vista, por un comentario cualquiera que leyó, y fue interpretado manera totalmente distinta a lo que yo quería expresar. Ni modo. Esa relación terminó y no podría culpar a ninguno de los dos por su fracaso. Dos personalidades fuertes chocaron y yo pienso que ni yo le entendí a ella en sus cosas, ni ella a mí en las mías.
Hay que recordar que una persona con TOC es bastante diferente a una persona sin él y eso se personifica también en el amor y las relaciones afectuosas. Hay días que se nos dispara el trastorno más de lo normal y buscamos el desconectarnos del planeta y, por ende, de nuestra pareja, para poder funcionar y es difícil que comprendan eso. Ya de por sí, después de mi divorcio, hace trece años más o menos, siempre estoy a la defensiva en una nueva posible relación.
Mi divorcio no fue fácil ni para Sole ni para mí y lamentablemente han seguido habiendo malos entendidos y hasta discusiones fuertes en los años de post divorcio. Las personas que compartimos hijos solemos tener malos entendidos y apatías que pueden aparecer cualquier rato, y la persona más perjudicada en este caso ha sido nuestra única hija, Martina. Hemos tratado y conseguido “llevar la fiesta en paz” y conversar pacíficamente mucho tiempo, pero hay heridas o cuestiones en las que no estamos de acuerdo sobre nuestra hija o nuestras vidas alrededor de ella, que han llegado a ser peleas fuertes y dolorosas para ambas partes. No puedo culpar a mi fracaso matrimonial del fracaso de otras relaciones, pero sí acepto que la tónica después de un divorcio complejo, al menos en mi caso, es el entrar ya a la defensiva en una posible nueva relación.
Otra cosa que hace complicadas mis relaciones es que yo vivo solo ya unos diez años y estoy acostumbrado a eso. Para mí, muchísimas veces, mi espacio y mi privacidad son fundamentales en el día a día, y cuando siento estas partes invadidas por mi pareja, suelo no tolerarlo con la facilidad que lo hacía antes. Posiblemente es un defecto y además es una de las marcas más clásicas que nos deja el TOC para toda la vida. Nuestros rituales, temas y manías, influyen mucho en nuestro comportamiento cotidiano. Asumo que no he llegado a enamorarme profundamente como para lograr ceder en muchas cosas que podría, pero ya con el TOC, el tener muchos años de vivir solo, y el estar a la defensiva, causan grandes resquebrajamientos en mis relaciones.
Otras veces las personas con las que he salido han decidido no continuar su relación conmigo porque sienten que no hay cambios, que no sé moldear mi ritmo y rutina de vida, y eso está en contra de su manera de ser y tolerancia. Afortunadamente, aunque duele, me he logrado poner una coraza muy gruesa y fuerte ante los desengaños y fracasos del amor. No creo que ha durado la ira, pena o frustración más de unos 3 meses, cuando años atrás podía quedar destrozado por varios años. Mi record creo que oscila entre 5 o 6 años antes de haber olvidado a dos mujeres importantes en mi vida, pero por suerte ya es cosa del pasado.
De niño y adolescente, veía una chica guapa que me sonreía y ya juraba que me había enamorado. Creo que esa parte del niño interno que llevamos los hombres, nunca desaparece. Es muy típico de ya adultos creer estar enamorados de una chica linda y de buen cuerpo solo al pasar a su lado y recibir una sonrisa. No estoy seguro si eso les pasa a las mujeres o no. En todo caso yo creo, y bajo mi experiencia casi aseguraría, que es muy raro el amor a primera vista. He oído casos de gente que le ha pasado, pero debe definitivamente ser una excepción. Yo he creído estar enamorado de alguien a primera vista unas mil veces y en el 99.9% de los casos, no ha pasado nunca nada.
La primera vez que tuve una “novia oficial” debe haber sido a mis 14 0 15 años de edad. Fue una relación de atracción física más que nada y nunca llegué a enamorarme. Creo que ella sí, lo cual fue penoso porque no le di el puesto que se merecía, a pesar que era una chévere persona y muy guapa. Tal vez la vi muy fácil y perdí el interés. Para ese entonces ya mi TOC estaba disparado, en auge; supongo que eso intervino en no ser más valiente y dejarme llevar por el “que dirán” en el colegio y la sociedad de esa época. Repito que a pesar de ser una chica de lindos sentimientos y muy atractiva físicamente, no era muy popular, por lo que las personas, amigos y uno mismo se presiona a no tomar las cosas en serio. Uno era “cachorro”, tremendamente influenciable en esa época, y buscaba algo más alto, una mejor conquista, más complicada, de más trabajo y más popular ¡Que tamaña estupidez! ¡Debí haber pensado que es una buena chica y punto!
En marzo o abril de 1990 me enteré por mi amigo “El Enano” que yo le gustaba a una chica de otro colegio: más alta que yo, extremadamente hermosa y de las más populares de nuestro círculo social. Fue una gran recuperación de mi ego y confianza, incluso demasiado para un chico de 1.76 de estatura, que pesaba unas 140 libras y con TOC ¿Me había sacado la lotería? Los hechos confirmarían lo contrario.
Recuerdo que esta chica había terminado, supuestamente por mí, con un novio de varios años. Él era un tipo popular, mujeriego y medio maloso, lo que encantaba a las mujeres; el típico “Don Juan”. Claro que este chico me trató de hacer la vida imposible y le tenía full miedo.
Entonces, con esta noticia, ya tenía mi popularidad en el bolsillo: iba a ser la envidia de unos 500 chicos, a tener una vida tipo “Los ricos y famosos” con este levante. Que espejismo tan grande y falso. La verdad, fue un golpe en el esófago o el hígado cuando ella terminó conmigo a los dos meses y medio.
Nuestra primera cita fue en un restaurante italiano de moda que quedaba por la calle Eloy Alfaro. Recuerdo haberme vestido con mis mejores ropas y además usar dos sacos y una chompa de cuero para verme más fuerte, ya que mi contextura en esa época era muy delgada. Tampoco faltó medio frasco de gel para pelo y otro medio frasco de colonia Calvin Klein. Fui hasta su casa y la recogí en el Montero dorado de mi papá. Le abrí la puerta como todo un caballero. Imploré a Jesús, a José y a todos los santos no ponerme obsesivo compulsivo, que no me diera un ataque de pánico y que fuera una velada perfecta. Creo salió bastante bien, no por la imploración a las fuerzas católicas, sino porque ese día logré controlar muy bien mi trastorno. La conversación fue amena y diversa; no sudé ni tartamudeé ni una sola vez. Como muchas de las personas con TOC, tengo una excelente memoria y lo recuerdo vívidamente. Nos dijimos que seríamos una pareja perfecta y que nos gustábamos mucho.
Al terminar esa noche y dejarla en su casa mi corazón latía a tres mil por hora, sentía que estaba a punto de llegar al cielo. Tenía el resto de mi vida hecha, un futuro prometedor. En nuestra segunda cita fuimos al Teatro 24 de mayo a ver Born in the fourth of July. Era una película con Tom Cruise sobre sus lesiones físicas y mentales en la guerra de Vietnam, que le valió una nominación al Oscar. En el Ecuador de ese tiempo las películas se estrenaban casi un año después que en Estados Unidos, y recuerdo que se podía fumar en la sala. Nos sentamos a ver la película y creo que vi sólo una cuarta parte, pues estaba intensamente nervioso, sudaba frío, y pensaba en qué momento debía cogerle la mano. Instintivamente le cogí de la mano sentí una sensación de tranquilidad celestial y las típicas “mariposas en el estómago” por primera vez en mi corta vida.
Desde ese día se oficializó nuestro enamoramiento y fue el boom de esa época. Se pronosticaba matrimonio tipo Príncipe Carlos y Lady Di a nuestros 18 años. O quizás eso era lo que yo creía o quería que pasara. Era la mujer de mi vida, la mamá de mis 4 hijos, la compañera de toda la vida y quién sabe que otras fantasías más.
Lo más positivo que puedo sacar de esta época, primer amor y primer desamor es que, mientras duró, como que mi TOC se mantuvo congelado en hielo. Asumo que estaba tan amortiguado con este logro, que instintivamente logré bloquear un 80% o más mis ideas intrusivas y obsesivas, algo que recién he logrado en los últimos 4 o 5 años de mi vida. Fue lo mejor de la relación mientras duró. Claro que para hacerlo dejé a un lado mis estudios, cualquier otro tema y enfoqué mi vida entera en ella. Nuestros primeros besos y caricias para mí fueron como estar en trance o conseguir el nirvana.
Al pasar los días esta chica comenzó a darse cuenta del control tan grande que tenía sobre mí. Ella ya era mujer comparada conmigo, un chiquillo de 18 años. Empezaron las discusiones o, más bien dicho, ella me fabricaba discusiones, porque yo era incapaz de llevarle la contraria. Empezó a ponerse de mal genio por todo mientras se iba desmoronando mi “castillo en el aire”. Recuerdo que algunas veces me dijo que ya pronto no estaríamos juntos porque se iba a estudiar a Europa después de graduada, y yo le decía que le perseguiría hasta el fin del mundo, cuando en realidad ya estaba en la cuerda floja con mis estudios. Ese rato sólo me importaba estar con ella, a toda costa. Hubiera dado la vida por ella o más bien por esa ilusión óptica.
Cierto día apareció su exnovio en su casa para conversar con ella. El Enano y yo nos fuimos a caminar por el sector del Quito tenis, y recuerdo que me dijo: “Creo que te está engañando, mejor vamos a tu casa”. Yo hice caso omiso y me quedé hasta tipo una o dos de la mañana, hasta que decidí, rota el alma, que debía hacerme a la idea que me iba a botar. Llegué a mi casa con lágrimas en los ojos y con la seguridad de que mi mundo se había acabado. Estaba experimentando por primera vez en mi vida el trago amargo del desamor. No dormí nada esa madrugada y volvieron los demonios internos del TOC; su vocecita interna me decía que haga tal o cual cosa para evitar que me deje y empezaron las ideas intrusivas religiosas, que me hacían rezar cien veces el Padre Nuestros y el Ave María para que no pase nada. En ese tiempo no había teléfonos celulares, por lo que no tenía más remedio que, ansiosamente y con el corazón en la mano, esperar.
El golpe final fue el día de su fiesta de graduación en su casa cuando, de repente, desapareció de la fiesta por varias horas y, ni sus papás ni sus amigos y menos yo, sabíamos su paradero. Recuerdo lo enojados que estaban sus padres y trataban de reconfortarme a mí que estaba hecho añicos. Llegó finalmente pasada las dos de la mañana. Hasta ahí llegó la fiesta, al menos para mí al menos.
Un par de días después, cuando de nuevo me pidió disculpas y aún “estábamos juntos”, en la cocina de su casa empezó a discutir o más bien a gritarme fuertemente. Me decía “¡terminamos!”. Pensé: esto ya es demasiado, tengo que irme ya de su casa, llenarme de fuerza, de orgullo, y no volver jamás. Ella seguía gritándome: “Allan Wright, tú te largas de aquí y te largas para siempre” … y fue así. Ese día ni mi TOC me detuvo. Cogí fuerzas de donde nunca pensé a y no volví ni a llamar, ni a ver, ni a buscarla. Claro que estuve deprimido (empezaba a conocer al fantasma de la depresión que me perseguiría muchos con el TOC) por varios meses, y más aún cuando supe después que la noche de su desaparición de su fiesta de graduación se había ido con Joaquín Bermeo por horas. No sé cómo me contuve de no volver a buscarle; era mi primer amor y mi primer desamor. Incluso cuando ella me buscó varias veces después con sinnúmeros pretextos, no caí, no cedí.
Creo que fue una de mis primeras victorias emocionales y que aún no empezaba la parte más macabra y dura de mi Trastorno Obsesivo Compulsivo, ya que creo que si lo hubiera tenido tan enraizado en esos meses como lo tuve después, en los años de universidad, hubiera cedido a ella, sin duda.
A pesar de todo tengo que agradecer a esta chica dos cosas. La primera, que supe lo que es sentir el abandono de una mujer, lo que me hizo más fuerte. Y segundo, que posiblemente me salvó la vida unos años después. Lo que sí, es que no me preparó ni ligeramente para mi segundo y más complicado gran amor, tres años después. Esa sí es una historia larga, cuando mi TOC, ya en pleno auge, se volvió más destructivo o y me volvió más autodestructivo.
los tipos de
TOC
Quiero empezar una narración de cómo fue disparándose mi TOC y, a su vez, la manera en que fui aprendiendo, con terapia y otros factores, a controlar entre un 75 y un 80%. Ya narré bastante sobre mi vida con TOC y lo duro que ha sido, sin omitir detalles. Así seguirá mi narración; muy espontánea y abierta. Veamos cómo reaccionan amigos con TOC y a su vez cómo van comprendiendo de una manera más clara y humana los amigos que no lo tienen.
Como dije anteriormente, el TOC es un problema psicológico o un trastorno de personalidad muy complejo y molesto. Es sumamente difícil de controlar, ya que las ideas intrusivas, las compulsiones obsesivas o rituales mentales y físicos, son enormemente apremiantes. Al ser un desbalance químico que se basa en la ansiedad como primer enemigo, hay que tratar de mantener niveles de ansiedad bajos en todo momento y no caer en pánico. Al igual que una persona que se está ahogando, si entra en pánico, es más probable que se ahogue. Es igual con el TOC.
Y bien ¿cómo controlamos la ansiedad en momentos en que el trastorno se potencializa y nos invaden ideas intrusivas y sus respectivos rituales? He aprendido, ayudado con medicación y tratamiento, pero quizás más con autoconocimiento, cómo poder bajar los niveles altos de ansiedad en momentos en que el trastorno aparece y da la impresión de dispararse. Créanme, no es fácil, y en mis primeros años era casi imposible. Al igual que empezar a caminar, aprender a nadar o dominar un instrumento musical, toma tiempo, esfuerzo, práctica y constancia. Son “pasitos de bebé” con los que uno va conociendo al enemigo y va domando al “monstruo” del TOC.
Una de las primeras cosas que fui aprendiendo, como dije, es ir dominando el stress y la ansiedad; no caer en pánico e ir bloqueando de a poco las ideas intrusivas que llevan a repetir muchas veces las cosas que creemos nos ayudan a suprimir el trastorno pero que, en realidad, lo hace crecer y lo alimentan. Si no “le das de comer” al monstruo del TOC, no puede crecer y reproducirse.
Empecemos por la ansiedad, que casi siempre deriva del estrés. Sé que el yoga ayuda a muchos pacientes, y aunque yo no lo practico, sí lo recomiendo. Mi psicóloga Kathy me ha enseñado la técnica de respirar de abajo hacia arriba, como una botella, y no de arriba hacia abajo, como lo hacemos inconscientemente. Esto aliviana la tensión y da tranquilidad. Consiste en tomar el aire y llenar los pulmones tal como se llena una botella: entra el aire por la nariz y se va llenando los pulmones de abajo para arriba y, poco a poco, se saca el aire también al revés. Suena complicado y lo es, pero se va aprendiendo. Yo ya lo hago de manera bastante natural porque canto como hobby y aprendí técnicas de respiración.
La manera más lógica y con la que más fácilmente controlo mi TOC y las ideas intrusivas, que vendrán acompañadas de compulsiones obsesivas o rituales de tipo mental y físico, ha sido el no “pelearme” con el trastorno, no luchar contra él. Voy a dar un ejemplo. Digamos que mientras estoy escribiendo esta oración comienzo a tener la idea obsesiva de que tengo mucha sed (sin tenerla), y debo levantarme de mi silla, dejar de escribir en mi computadora e ir por un vaso de agua o jugo. No tengo sed, pero me dice la vocecita interna de mi TOC que lo haga porque, si no, le puede pasar algo malo a una persona querida. En el pasado, instintivamente hubiera dejado la computadora y ya estuviera bebiendo un vaso de agua, y luego dos y tres y cuatro, según el número de veces que mi trastorno lo pida, para no provocar el acontecimiento malo o fatal a mi ser querido. Cuando eso me pasa ahora, de una viene un sistema tipo alarma a mi mente que me dice que está empezando un problema ansiolítico provocado por mi trastorno. Seguramente mientras se activa la alarma mental ya han entrado uno o dos pensamientos intrusivos más, similares al de tomar agua, que se van acumulando en mi mente y quedan atrapados, como personas en una salida muy angosta o como un corto circuito mental ¿Qué hago entonces? Comienzo a hacer alguna de las compulsiones que me pide mi TOC, y paulatinamente ir eliminando el resto de ideas obsesivas. Pero tampoco puedo pelearme con mi trastorno, confrontarlo y deshacerme de mis ideas intrusivas así como así; casi nunca funciona. Mi estrategia es, al momento de llegar la primera o segunda idea intrusiva, tipo la de dejar de escribir e ir a tomar un vaso de agua para salvar a un ser querido, dejar que las ideas pasen por mi mente sin pelearlas y, a su vez, tampoco hacer la compulsión obsesiva de tomar agua. Mientras tanto pongo en pausa a la idea y dejo que entre la segunda o la tercera, y las voy poniendo en un “basurero mental”, tipo el de una computadora. Sin estresarme o entrar en pánico, se van al basurero mental y se quedan ahí. Es decir, aunque vengan una tras otra las ideas, en lugar de cumplir lo que te piden o pelearse con ellas, hay que dejar que vayan entrando a ese basurero, que se llene y se vacíe solo.
No es tan fácil de explicar si no tienes TOC. Poniéndolo en términos quizás más comprensibles: dejar que toda idea intrusiva pase por la mente y antes de que te bombardee el sistema con más, irlas descartando, echarlas al tarro de basura y repetir sistemáticamente este proceso hasta que desaparezcan o vayan disminuyendo. Poco a poco se llega a hacerlo automáticamente y, al sentir la “alarma” mental de que estás siendo invadido por ideas y rituales obsesivos compulsivos, hacer la operación antes mencionada y seguir con tus actividades. Es complejo y difícil lograr que este sistema prevalezca al principio y toma mucha fuerza de voluntad, tiempo y constancia. A mí, ya a los 30 y pico años de haberse disparado mi trastorno, se me hace difícil muchas veces. Depende mucho de las circunstancias y la fuerza con la que luche, el que mi sistema anti-TOC funcione del todo, pero la práctica hace al maestro: paciencia y constancia.
Otro bastante efectivo, si el del basurero imaginario no funciona y te llenaste ya de ideas obsesivas y rituales, es cambiar de actividad temporalmente a una menos tediosa. Por lo general ayuda mucho salir a caminar, trotar o realizar alguna actividad física. El deporte u otra actividad cardiovascular, suele ser muy buen sistema para eliminar el estrés y ansiedad y, por ende, disminuir las ideas obsesivas. Posiblemente sea más efectivo y rápido para una persona con TOC.
Lamentablemente uno tiene obligaciones en el día a día y no se puede salir a hacer ejercicio cada vez que se tiene una posible crisis de TOC. Por eso a mí me sirve más el primer sistema. El mantenerse ocupado haciendo algo ayuda mucho a disminuir los síntomas del TOC y la ansiedad o aprensión. Es importante tratar de mantenerse ocupado en alguna actividad lo más posible para no recibir bombardeos de ideas intrusivas. Para las personas que aún son “amateurs” en cómo controlar el problema, puede ser cualquier actividad física o mental fácil. Ayuda a las personas religiosas el rezar o a las espirituales meditar. Para los deportistas definitivamente realizar esfuerzo físico; ocupaciones como leer algún libro sencillo o armar un rompecabezas son también efectivas.
Es bueno para todo paciente de TOC mantener algún tipo de rutina y constancia en sus actividades diarias. Al principio y en días de mucha ansiedad no se puede poner horarios muy estrictos o sacrificados, porque puede hacer el efecto contrario y causar ansiedad. Todo en el proceso de control de esta afección es lento pero constante. Con tener al menos dos o tres actividades diarias, más o menos ordenadas, irán ayudando en el proceso de mantenerse ocupado y eliminar poco a poco los síntomas del trastorno.
También el desahogo constante es bueno. Por ejemplo, si estás empezando a sentirte incómodo con tu TOC y sus efectos, ayuda mucho conversar con alguien que te conozca y comprenda. La mejor opción es tu psiquiatra o psicólogo, ya que sabe cómo ayudarte y entiende perfectamente el problema. Otro es discutirlo o hacerle saber a tus seres queridos, procurando se ponga en “tus zapatos”. La pareja del paciente con TOC ya al conocerse bien, debe saber llevar y tratar de entender y asistir al mismo; caso contrario es mejor no estar de novio/a o casado/a con un individuo que padezca esta u otra enfermedad psicológica. La franqueza y comprensión debe prevalecer entre los seres humanos que deciden estar juntos afectivamente. No es tarea fácil, pero tampoco se debe satanizar a una persona diferente o con algún problema psiquiátrico. Mientras más comprendido o amado se sienta la persona con TOC y demás trastornos, más fácil será para la misma salir adelante. En eso es crucial la ayuda de la familia y el tratamiento de los especialistas. Si tienes ganas de llorar, aunque en la sociedad se estigmatiza sobre todo al hombre que llora, simplemente hazlo y punto. Ese momento olvídate de tu burbuja o tu mundo y llora como una “Magdalena”. Eso es parte de auto conocerse, aceptarse y llegar a bloquear el “qué dirán”.
Si tienes TOC y empiezas a sentirte triste o deprimido, no te quedes solo, no te metas en ti mismo al menos que sepas ya cómo dominar la depresión con autoconocimiento. Yo lo logro hacer incluso cuando noto que mi nivel de control del problema baja y se agudizan los síntomas. Pero recuerden que yo soy ya un “pro”, un “Honoris Causa” en TOC, y las personas que aún no tienen un alto nivel de control deben buscar ayuda y no aislarse.
Hablar del problema con tu familia o mejor amigo/a puede ser muy valioso e importante para aceptar problemas psicológicos como el TOC. Aunque te avergüence al comienzo, es indispensable buscar empatía con seres queridos o profesionales de la rama para no caer en depresión, angustia y, en el peor de los casos, llegar a ideas suicidas. Yo he pasado por eso muchísimas veces y sigo aquí jodiendo y pataleando. Debe ser una opción nula en tu cabeza, porque por más hecho pedazos que te sientas, TODO PASA, con mayúsculas. Hay ocasiones en que cierta medicación puede causar ideas de suicidio o autodestrucción; al empezar a tomar una medicación, si sientes síntomas de este tipo, infórmalo enseguida a tu psiquiatra. Y si no te sientes satisfecho con el trabajo de un psiquiatra o psicólogo, cambia de doctor. Yo he tenido más de diez doctores en mi vida; no pasa nada. Debes confiar plenamente en tu doctor para tratamiento psicológico o psiquiátrico, ya que de lo contrario ir a verle será angustioso y es justo el efecto contrario al que se quiere. Procura además ser honesto contigo mismo, con tus seres queridos y los profesionales que te tratan, si no, irás perdiendo la confianza y la fe.
Los sistemas antes mencionados y los consejos que les he dado en este capítulo serán fuertes escudos, armas importantes para combatir al TOC y enfermedades similares. Voy a describir un sistema más personalizado para cada persona con TOC de acuerdo con lo que fui aprendiendo de doctores y libros sobre el tema.
Por ejemplo, para las personas que su TOC se caracteriza en tener rituales muy sistemáticos de limpieza e higiene excesiva, puede ser muy útil el empezar poco a poco a dejar de repetir lo más posible el lavado o desinfección de las manos, el cuerpo o los objetos que tocan. Sé que al principio es muy apremiante, ya que la sola idea de tener, por ejemplo, las manos sucias y estar en contacto con gérmenes para personas con este tipo de TOC, es muy frustrante no poder lavarse las manos muchas veces. El problema es que mientras más te lavas las manos también hace que tu trastorno tome control y te domine en absoluto. Al empezar el sistema de compulsiones o rituales de higiene sistemática, te dará un alivio muy corto si te lavas las manos más de una, dos, cinco o veinte veces, pero pronto te encontrarás inmerso en lavarte las manos todo el día y perderás una cantidad ilógica de tiempo. A su vez, el tener que desinfectarte y desinfectar objetos y sentir ansiedad al estar en contacto con seres humanos “posibles trasmisores de gérmenes” y evitar tener contacto con los mismos, causará que te vuelvas una persona totalmente antisocial y tendrás serios problemas en relacionarte con alguien. En mi experiencia la única manera de minimizar los efectos de este tipo de TOC es el empezar poquito a poco a dejar de hacer los rituales de limpieza o desinfección y comenzar a asociarte más con “el ser intrusivo de los gérmenes”. En otras palabras, empieza a disminuir la cantidad de veces que te lavas las manos o el cuerpo, y piensa que las posibilidades de que te infectes por estar en contacto con objetos inanimados o personas portadores de algún virus o bacteria son extremadamente bajas. Hazte a la idea de que si pierdes todo el día desinfectándote, lavando objetos o evitando a personas para no contaminarte, en realidad estás obstruyendo un sistema normal biológico que hace que tengas defensas altas contra bacterias y gérmenes y, en realidad, científicamente tienes más posibilidades de contraer cualquier enfermedad mientras más veces te desinfectes.
Cuando este sistema de higiene excesivo viene acompañado con las ideas intrusivas de que alguna persona querida saldrá lastimada si no repites este ritual de higiene, utiliza el sistema ya descrito de poner la idea obsesiva y su compulsión en el tacho o la papelera imaginaria de tu computadora, deja que se quede ahí hasta que se auto elimine. Si no funciona ese sistema imaginario, también sugeriría el tratar de ignorar las ideas intrusivas como si estuvieras ignorando a una persona gruñona o malhumorada que te está diciendo al oído lo que debes hacer. Piensa que ni las ideas intrusivas ni la persona malhumorada existen y, por ende, no te pueden hacer daño a ti o a terceras personas queridas. Es muy importante distinguir la realidad del mito, ya que casi siempre uno está consciente de que estos rituales de higiene excesiva no lograrán realmente combatir algún virus o bacteria y tampoco salvarán a terceras personas de una catástrofe al “seguirle el juego” a las compulsiones, ya que las ideas obsesivas son errores químicos de tu cerebro y las posibilidades de que sean reales son casi siempre nulas, falsas y casi imposibles; por ende, has perdido horas invaluables de tu vida peleando con un “trastorno imaginario”. Esto es una realidad en todos los tipos de TOC existentes.
Casi todas las ideas intrusivas del TOC y los diferentes tipos de rituales tienen el mismo origen y causan la misma sensación de incomodidad y ansiedad en las personas que los padecemos. Es decir, la exageración en higiene, orden, evitar cierto tipo de actividades o personas, repetir aspectos del día a día, buscar niveles absurdos de perfeccionismo, tener miedo o fobias y un sinfín de otros tipos de TOC, vienen enraizados por la misma suposición tipo espejismo ilógico: miedo o ansiedad a salir de nuestra zona de confort imaginaria. Con esta premisa, me parece que todas pueden ser combatidas con sistemas similares de auto control y terapia. Incluso hay muchas veces en las cuales no hace falta tomar medicación o ir al psiquiatra. El tratamiento con psicólogos clínicos e ir tomando control de tu vida puede ser más fácil de lo que parece; no es mi caso, ya que mi nivel de TOC es tan alto que sin medicación no sobreviviría.
Voy a poner un par de ejemplos más sumamente comunes con el Trastorno Obsesivo Compulsivo y de ahí, partir a explicarles sistemas muy similares de control para todos. En mi caso, como dije anteriormente, el TOC es una mezcla de ideas intrusivas repetitivas y compulsiones o rituales ilógicos. Cuando aún no sabía las técnicas que conozco, tanto auto inducidas o por inducción de terapia con psicólogos o psiquiatras, todos los días eran como estar atado con grilletes a una bomba de tiempo que explotarían varias veces en “mi día y mi mundo”.
Las personas que tenemos o hemos tenido ideas intrusivas y compulsiones obsesivas perfeccionistas, buscamos tener un orden excesivo en nuestro medio ambiente y efectos personales, debiendo mantenerse de tal o cual manera, pues el menor cambio en su simetría puede causarnos niveles absurdos de ansiedad o molestia si alguna persona lo altera. Obviamente esto causará que nuestro día a día sea muy complicado para las personas con las que trabajamos y definitivamente causará conflictos ¿Qué hacer en estos casos? Primero que nada, mantener la calma y no desesperarse si alguien ha modificado nuestro orden. Si tal o cual objeto han sido cambiados de sitio, debemos tratar de entender que no ha sido un sabotaje intencional. Al principio sé que será casi imposible no caer en la tentación de poner todo como antes, de forma aún más metódica, y es normal. Para la persona o personas que cambiaron el orden o simetría de tus cosas unos centímetros o en un lugar diferente no será normal. Aquí estamos pensando de manera abstracta y es casi imposible ser objetivo con terceras personas y con nosotros mismos ¿Por qué? La razón es simple: tu orden o simetría de las cosas es muy personal y no es igual en todas las personas, así que te causará mucho malestar y aprensión. Esto pasa con personas normales que son perfeccionistas muchas veces, pero si le agregamos un ingrediente de TOC, tendremos el ambiente perfecto para conflictos con los demás. Para el resto de gente no es “de vida o muerte” cambiar o desafiar tu orden y les importará un rábano moverte tus cosas. Para ti es una falta gravísima a tu círculo de confort y causará un berrinche o conflicto con las personas de tu familia primero, luego con tus compañeros de colegio o universidad y, finalmente, con las personas con las que trabajas y tu pareja afectiva. En la gran mayoría de los casos de orden extremo o absurdo mi recomendación es irse liberando poco a poco de ese espejismo de perfección única en el orden de las cosas y, al igual que no existe un solo color en el mundo, tampoco existe una sola manera de colocar o mantener tus cosas y objetos personales. Empieza tú mismo a cambiar y combinar la manera en la cual mantienes tus cosas y verás que así se vuelve mucho más tolerable el que alguien más lo haga. Yo, por ejemplo, me volví muy desordenado y apático con el tema del orden y así logro que no sentir que ha habido intrusión cuando alguien mueve mis cosas. No siempre resulta porque en mi TOC también existe un desorden ordenado y hay ciertas cosas que sí me causan muchísimo stress si han sido movidos de sitio. Como dije antes hay que mantener la calma y llegar a tener grados altos de tolerancia con los demás: para ellos no existe tu TOC.
mis rasgos
BIPOLARES
Mientras más trato de que este libro no sea un diario de mi vida, suceden cosas que lo convierten en uno, sin yo quererlo. Siempre entendí que mi TOC tiene efectos secundarios de bipolaridad cuando se dispara, pero estos días supe que pueden aparecer de una manera más alta y peligrosa de la que yo pensé. En verdad comprendo que, fuera de los problemas que acarrea mi TOC cuando su control baja de un 80% a un 30% y pico, también hay factores externos que lo complican.
Para una persona con TOC moderado el sentir que el nivel de ansiedad y estrés está subiendo, que pierde el control de las cosas que lo rodean de un momento a otro, es devastador, se siente tan confundido como frustrado. Creo que cuando esto pasa lo mejor es desconectarse del planeta y descansar. Por muchas razones, no siempre se puede porque uno tiene obligaciones como el trabajo, planes con sus seres queridos, citas y muchas cosas que a veces hacen muy difícil esta desconexión. En todo caso, es lo mejor definitivamente, por más importante que sea la obligación y, mientras más difícil se está volviendo controlar nuestro TOC, hay que llegar a la conclusión de que es mejor perder la oportunidad a que esta se vuelva obscura o calamitosa.
Cuando digo que hay factores externos que lo empeoran me refiero a dos factores en particular, que últimamente se han pronunciado más para descontrolar mi TOC y llevarme a grados de bipolaridad. Uno es el abuso de licor, de lo cual ya he tratado antes, y que, en menos dosis, me está causando las molestias antes mencionadas. Por ejemplo, si antes tomaba una botella de vino o unas diez cervezas, recién ahí aparecían estos rasgos. Actualmente es con menos de una media botella de vino o tres cervezas con lo que mi TOC se dispara después de unos dos o tres días de haber bebido. Asumo que como lo hago mucho menos que en el pasado, una cantidad más baja de alcohol ya potencializa mis medicinas y a, su vez, les resta el efecto en días posteriores. Otra razón puede ser la edad. En todo caso, cada día me doy cuenta que lo que me han dicho múltiples veces mis psicólogos y psiquiatras sobre no consumir más alcohol, es un hecho que debo ya poner en práctica y no tomarlo a la ligera.
La segunda cosa que causa que mi TOC se dispare y que mi comportamiento se torne violento es el subirme la dosis de medicinas. Esto lamentablemente lo he venido haciendo por varios años, so pretexto de estar más ansioso o estresado. Ha habido algunos casos en los que mi doctor ha dado su consentimiento, pero para ser honesto, casi siempre me subo la dosis sin ni preguntar, y al final lo que pasa es que mi dosis habitual se vuelve débil y el organismo me pide más. Por estos motivos, cuando vuelvo a los 2mg de siempre, ya mi sistema nervioso necesita una mayor cantidad del medicamento y es ahí cuando aparece la ansiedad y el estrés. Otra cosa que se me ha hecho hábito es tomar más seroquel para dormir del que debo y eso sí es una pequeña “bomba de tiempo”, porque he sufrido de insomnio. En verdad, el sistema para matar el insomnio es el quedarse despierto esa noche y madrugada y por lógica, el agotamiento hará que la siguiente noche duerma bien. No he sido prolijo en seguir este sistema y más bien me he ido sumando a un círculo vicioso de subir de 25 en 25mg hasta llegar a 100 y, si no duermo con eso, a 150 o 200mg. Mi psiquiatra me ha dicho más de una vez que no utilice este sistema que resulta en un círculo vicioso, porque además de necesitar cada vez más medicamento para dormir, el efecto secundario hace que los siguientes días mi sistema nervioso se aturda y que toda mi medicación en general vaya mutando, perdiendo o modificando su efecto.
En estos días estos dos errores me han pasado factura. Desde febrero o abril del 2016 ha habido algunas eventualidades que han causado que mi sistema de defensa contra el TOC se ponga a prueba y eso me ha causado malestar. Han sido desde bajas en las ventas de mis productos hasta problemas de tipo sentimental, como la desilusión que sufrí con una persona que parecía ser la chica ideal y quien me daría estabilidad y confort… Pero ella decidió tomar otro barco y dejar el mío a la deriva. Creo que llegó el momento de dejar ir esa ilusión y concentrarme en el resto de mi vida. Lo malo fue que, a pesar de no llegar a florecer como relación, dejó mi confianza en las personas -y sobre todo en las mujeres- muy golpeada. He sentido en carne propia el egoísmo de la gente, no les importan un bledo los sentimientos que se dejan. Algún día pensé en el Karma y, si me pongo a analizar fríamente lo sucedido, yo también he actuado de esa manera; he hecho sufrir a parejas anteriores sin preocuparme mucho de las consecuencias. Bueno, a la vuelta de la esquina me ha caído la “policía del Karma” y me ha pegado en la cara más fuerte aún. Definitivamente no se puede huir de las leyes del Universo y casi siempre cuando uno hace una cagada, en este mismo mundo se paga y le viene de vuelta. A mí me ha pasado en más del 90%.
Me atrevería a decir que este ha sido el golpe más fuerte que he sufrido en lo que va del año, y aunque he presumido de no ser blanco fácil con mis 44 años de desamores a cuestas, ella logró desmantelar mis escudos, mis corazas, y herirme profundamente. A veces pienso que desmanteló más mi ego, que se lo tragó con su decisión ya que, aunque no lo quiera admitir, me hizo perder temporalmente la fe en las personas. Así me siento este momento.
Volviendo al tema de mis rasgos bipolares, yo siento que el TOC tiene rasgos bipolares y viceversa. Son enfermedades primas hermanas en muchos aspectos, e incluso pueden confundirse algunos de sus rasgos. Admito que soy de esas personas “fosforito”, a las que un problema puede hacer perder la cabeza fácil y rápidamente, sin oportunidad de controlarnos.
Estos rasgos bipolares han causado que tome decisiones equivocadas y hiera a personas queridas, la mayoría de veces familiares y amigos cercanos. En momentos de ira, he escrito en cartas y correos electrónicos cosas muy duras he injustas; se las he restregado en la cara, y estoy consciente de la gravedad del asunto. Pero no siempre me doy cuenta del error, de sus consecuencias por días o meses y, claro, luego debo pagar el peaje por lo injusto que he sido, porque siempre me rebota. Voy a narrar lo que pasó hace solo días y que pudo ser muy grave, tanto como tonto de mi parte. Estoy consciente de lo errado de mis actos y de lo afortunado que fui al tener a mi hija conmigo para ponerme un alto. A pesar de que fue mi ángel de la guarda y logró detenerme, seguí injustamente enojado con ella, e incluso se lo hice sentir mientras veía que su rostro se oscurecía y estaba por derramar lágrimas. Debo entender que mis arranques de ira tienen que venir con un conteo mental de al menos un minuto, antes de ni siquiera pensar en actuar.
Estaba sin una gota de trago en mi organismo, pero empecé el día con un error clásico del TOC y una costumbre no muy sana que tenemos cuando estamos con bajón sentimental: dormir demasiado. Luego explicaré en más detalle el por qué el dormir excesivamente es contraproducente para las personas con TOC. Había decidido desconectarme unos días del mundo; la semana mencionada no haría mayor actividad física ni intelectual, pero ocuparía algo de ese tiempo para salir a caminar, dormir con horarios y escribir este libro. Esto se lo comenté a mi psicóloga y no acudí a la cita que tenía con ella, usando de pretexto el estar con migraña y haber dormido mal.
El día que voy a mencionar me desperté temprano para asistir a un show de canto de una de mis sobrinitas; me da la impresión que tuve pesadillas en la noche anterior, pues amanecí con el sistema de control del TOC mermado, me sentía obsesivo compulsivo e irritable. Pude manejarlo. Tenía algunos planes para el día; pensaba cortarme el cabello, ir a recoger unas antigüedades que se estaban restaurando, y luego ir al colegio de mi hija, Marti, a dejarle algo de dinero para un almuerzo que iba a tener con sus amigas. Al final sólo alcancé a hacer lo último, ya que, en vez de hacer el sacrificio de seguir rutina, dormí más. Después de entregar el dinero a mi nena, dormí aún más y me desperté ya en la noche, pues debía recoger a Marti y a una de sus mejores amigas de una fiesta. Me debo haber despertado a las siete u ocho de la noche y traté de contactarme con Martina para que me diga dónde era la fiesta y cómo llegar para recogerles. Mientras esto pasaba tendría un par de horas para escribir mi libro.
Mi hija no me contestaba el teléfono y quizás es el único error que le puedo achacar de todo lo sucedido. Hay veces que cuando hacen planes con sus amigos o su enamorado, me avisa a última hora dónde es la recogida y muchas veces sin dirección exacta. Como soy una persona temática y a su vez despistada, son cosas que me causan gran ansiedad y no me gusta tener que “adivinar” la hora y el lugar de encuentro. Ya estaba empezando mi sistema anti-TOC a tener brechas y no me gustaba para nada la ansiedad extra que eso me produce. Mientras aún no tenía noticias de mi hija, decidí imprimir la última versión de mi libro; es decir donde me quedé para seguir de ahí el hilo. Al empezar a leer, vinieron ideas intrusivas y comencé a utilizar mis sistemas de control. Desafortunadamente mi sistema anti TOC ya tenía brechas desde varios días atrás, no logré controlarlas y empezaron a invadir mi mente. Cuando empiezo a perder terreno ante mis ideas intrusivas y sus compulsiones obsesivas, siento que se apoderan de mí. En el pasado, inconscientemente, la ansiedad me llevaba a un estado de depresión y tendía a ponerme triste y llorar. Con los años he logrado contener esa depresión y más bien la ansiedad que fluye dentro de mi sistema nervioso se torna en ira y mal genio. Siento que de nuevo estoy sin el habitual control y me pongo muy irritable. Tengo ganas de romper algo o meter un golpe a la pared -por suerte esto ya no es frecuente- y ahí aparecen mis rasgos de bipolaridad, ya que, estando tranquilo, en segundos paso a un estado de stress, ansiedad y autodestrucción; tengo ganas de desahogar mi ira con violencia contra objetos inanimados. En esas me encontraba cuando sonó el teléfono celular; era mi hija Martina, que estaba ya en casa de su amiga y me quería explicar dónde y cómo llegar a la fiesta, para yo recogerles. Instantáneamente del padre cariñoso y acólito que soy con mi Marti, pasé a un papá irritable y furioso por el teléfono. Le increpé todo y me victimicé, diciéndole que tenga consideración y que no soy el chofer ni el guarda espaldas de ella y sus amigas. A pesar de la exageración, hasta ahí creo que aún mi bipolaridad estaba controlada. Ella mismo me dijo que mejor no iba a la fiesta o que iba a buscar que alguien más les traiga de vuelta, a lo cual debí decir inmediatamente que sí, ya que no estaba sintiéndome bien y la ira no disminuía. Pero, como buen obsesivo compulsivo, le dije que iría en carne y hueso y que no regresaran con nadie más.
De mala gana, fui a recoger a mi hija y a su amiga en esta fiesta por el sector de Nayón. Cuando llegué me percaté que había muchos carros, casi todos eran jeeps o 4x4. Además, había muchos chicos amontonados en todas partes; tenía carros adelante y carros atrás y distinguí un poco de papás que conocía que me saludaban o que me señalaban. Llamé a mi hija al celular y le pedí que salgan. Mientras esto pasaba, la caravana de autos y chicos se amontonaba más y yo me veía atrapado entre los “tanques de guerra” de los demás progenitores. Uno que otro empezó a moverse llevándose por encima ramas de árboles y lodo y comenzó a abrirse un poco el paso. En mi opinión yo seguía atrapado entre los “tanques” y los dueños de los mismos me hacían señas como para que me mueva. En el momento que llegó mi hija con su novio y su amiga, un individuo mayor que yo empezó a recriminarme que “haga el favor de moverme”. Cuando le dije que era imposible por la cantidad de autos, me dijo: “Si no te mueves tú, nadie va a poder salir”. Obviamente estaba emputado ya, y con el malgenio que me cargaba le dije al individuo calvo: “Ya tranquilo pana, tranquilízate que ya me muevo” y vi como la figura de este hombrecito muy macho se iba caminando con una risita victoriosa. A ese pendejo si me hubiera gustado bajarme y pegarle un buen coscacho en la calva y se lo hubiera tenido merecido; por suerte desistí y solo le dije de muy mala manera “tranquilízate que ya me muevo”. De reojo vi al novio de mi hija con cara de entre vergüenza o susto al oírme tan cabreado y pensé: “Y eso que no conoce bien mi lado obscuro”, que se develaría penosa y absurdamente más tarde.
Seguramente para los chicos resultaba vergonzoso o chocante que me enoje así, y quién sabe si este hombrecito de la calva no era uno de los anfitriones de la fiesta, pero se debe entender que mi carro es pequeño, no tiene alas y vuela. Finalmente di retro y como digo, tenía al grupito de chicos y chicas delante mío que impedían que ahora me mueva adelante. Pensé en la época en que tenía esa edad, actuaba de la misma manera imprudente, y les dije: “Chicos ¿me pueden dar un chance y moverse un poco para salir?”. Entre risitas se movieron dos centímetros. Ahí sí ya les dije: “O se mueven o les piso”, y obviamente se tuvieron que mover. Les recuerdo que ya en ese momento tenía a unos cinco tanques de guerra de los progenitores de los chicos de la fiesta haciéndome cambio de luces para que me mueva. Por suerte para todos, controlé mis demonios internos y logré salir del laberinto. Sentí un poco de tensión ante todo esto en mi hija, su amiga y su novio. No los culpo, son chicos y un papá frustrado, molesto y ya enojado, causa una natural vergüenza en público con sus demás amigos. Debo acotar que, a pesar de eso, aún estaban mis rasgos bipolares controlados y por el cariño que tengo al novio de mi hija, su amiga y mi misma nena, debí quizás dejarme humillar por los dueños de los “tanques” y salir en paz. Yo soy un ferviente creyente en la ley de Murphy (todo lo que pueda salir mal, saldrá mal) y estábamos en uno de esos días en que la Ley de Murphy estaba apareciendo por todas partes.
El gran final de la ley de Murphy y mi punto más grave y absurdo de TOC-Bipolaridad llegaría cuando mi hija y su amiga me pidieron llevarles a comer, a las doce y pico de la noche. a un lugar de comida rápida que abre hasta esas horas. Llegamos y cuando me proponía parquear el auto, un guardia del mencionado sitio me comenzó a silbar como cuando llamas a un perro y me indicó con la mano que debía ponerme en la cola del drive through y pedir la comida por la ventanilla. Asumo que por ser día anterior a feriado, cerraron el restaurante más temprano y solo se podía ordenar para llevar. Eso detonó todos mis demonios internos ese infame día, y ahí sí, se me fue la mano. Me acerqué al guardia en el auto y le apunté con el dedo y le dije literalmente: “¡A mí no me silvas, porque no soy un perro! Ten más respeto a las personas mayores que tú”. Para mi sorpresa, el guardia, quien se supone es una persona que debe cuidar el local y ayudar a los clientes, me respondió: “Ya te dije varias veces (Lo cual era falso) y no me hiciste caso”. Creo que ese rato Darth Vadder corría por mis venas y le dije: “Cállate hijueputa y vas a ver lo que te hago a la próxima”. Definitivamente me salí de la raya porque estaba con mi hija y con su amiga y les estaba poniendo en riesgo inminente al seguirle la corriente al mal educado guardia, y yo portarme igual de mal educado a mis 44 años. El guardia enseguida se envalentó y replico amenazante: “¿Y qué me vas a hacer la próxima?” Perdí el control totalmente, me olvidé que estaba con dos chicas menores de edad en el coche que dependían de mí. La adrenalina hizo que abra la puerta del carro y me disponga a salir a darme de puños con el insolente. Asumo que, bajo la situación, mi hija también hizo fluir su adrenalina y me sostuvo con todas sus fuerzas el brazo para que no pueda salir… y lo consiguió. Ese rato entré un poco en razón y volví del planeta Darth Vadder a la realidad. Le dije al guardia que informaría a sus superiores del incidente y me incitó a que lo haga. El cobarde ya había entrado al local, asumo para contarles su versión de los hechos. Sea la versión que sea, el punto principal de esta narración es el hecho de que las personas con trastorno obsesivo compulsivo en un nivel muy alto, no medimos consecuencias, nos llenamos de ira y nos volvemos bipolares en segundos. Sea o no sea que este día narrado fue una sucesión de mala suerte y eventos desafortunados, una persona “normal” no debe perder sus cabales de esa forma y llegar a estos extremos peligrosos. No es admisible bajo ningún punto de vista y en ningún tipo de circunstancia. Si yo estaba dispuesto a agarrarme de golpes con un guardia de un local de comida, ya de por sí indica que algo está mal en mí porque no es lógico, más aún siendo responsable de dos chicas menores de edad ¿Con qué cara puedo ser autoridad ante ellas y demostrar madurez? Lo debí pensar y contar hasta cien mil si hacía falta para evitar una confrontación. Como papá y ser humano responsable debí evitarlo a toda costa, y si por último quería jugar de John Wayne o Chuck Norris con el guardia, debía hacerlo estando solo. Uno es responsable de sus actos personales y si quiere jugarse la nariz o la cara, sea la del guardia o la mía, debe ser cuando uno no está a cargo de dos chicas maravillosas. Al llegar a casa de la amiga de mi Marti, ella decidió quedarse donde ella y no venir a nuestra casa, con justa razón, ya que yo no estaba bien y era mejor que se me pase la ira, frustración, ansiedad, depresión, bipolaridad, y que ella se quede tranquila donde su amiga. Obviamente yo soy una persona incapaz de hacer daño a mi hija o a cualquier mujer del Universo. Eso sí lo aseguro y lo juro sobre la tumba de todos mis ancestros, pero Martina tenía razón en estar asustada, no de mí, pero de la situación que provoqué.
Lo único que puedo decir ante lo narrado es que debe quedarme de lección que lo que no es normal, ni cuerdo, y que debe ser la última opción llegar a ese punto y violentarme así; solo o acompañado. Si comienza mal un día y el nivel de TOC está llegando a proporciones que no puedo controlar, ya sé que también subirá mi nivel de intolerancia, ansiedad, frustración e ira hasta volverme Bipolar ¿Qué no tengo suficiente con un trastorno psiquiátrico como para provocar un segundo? Por favor, todas las personas que sufrimos de TOC y bipolaridad, tomemos en cuenta que ya tenemos suficiente con un problema químico que afecta nuestro cerebro y comportamiento como para darnos el lujo de tener que enfrentar dos. Pensemos una y mil veces que por estos arranques de emociones mezcladas como la ira, depresión, ansiedad, violencia y demás no podemos poner en riesgo a otras personas, sean nuestros seres queridos o simples desconocidos. Debemos mantener nuestro control y coherencia a pesar de las circunstancias y, si hay agravantes como el haber empezado mal un día y que se haya ido empeorando a niveles intolerables, las personas con problemas psiquiátricos tenemos que buscar ayuda y llamar a nuestros doctores de cabecera, dejar el ego y los rituales perfeccionistas a un lado, aceptar que podemos perder el control de las situaciones y, por último, hay que desconectarse del mundo y delegar a otra persona de confianza las obligaciones que no se pueden cumplir.
Con esto queda comprobado algo que yo ya dije antes en este libro: gran parte de las descompensaciones químicas y los trastornos de personalidad son mixtos y puede aparecer más de un trastorno a la vez, por lo cual uno debe concientizarse en que ya con un trastorno tenemos más que suficiente en nuestras vidas, como para despertar un segundo y ni se diga un tercero. Si uno se siente que está agravándose el segundo trastorno, informar inmediatamente a su psiquiatra o psicólogo para tomar cartas en el asunto y evitar problemas. Eso será exactamente lo que haré y ni por nada del mundo debo, ni se debe cancelar citas con ellos cuando uno se siente vulnerable o no quiere ver a nadie; resulta contraproducente. Si de algo sirve como consuelo de mi mal comportamiento, la noche después de lo narrado tuve pesadillas muy reales de que una persona que conozco quería hacerme daño y agredirme física y mentalmente. Ya más de una vez he soñado que esta persona me quiere hacer daño y supongo será coincidencia y espero no sea recuerdos o traumas del subconsciente que están por ahí reprimidos. Que quede constancia de que esas pesadillas me las tenía bien merecidas y sé que si las tuve fue por cargo de conciencia. La mente funciona así. Lucharé por el resto de mi existencia para que un evento que no se repita nunca más, que sea una lección que me haga superarme como padre y ser humano. Mi hija Martina es mi vida y debo cuidarla con esa misma vida y sobre todas las cosas.
pensamientos y
SENSACIONES I
El día de hoy tengo ganas de escribir libremente y expresar un poco lo que estoy pasando. Es un libro dentro del libro. Voy a procurar expresarme no sólo como una persona con TOC, sino también como ser humano y tratar de abrirme en términos generales; hacer lo posible por sacar pensamientos que he mantenido bajo llave por años, como si estuviera abriendo mi ADN, para lograr expresar lo que han sido 44 años y más viviendo en el planeta.
Hoy me siento un poco solo y, de hecho, estoy solo en mi departamento al escribir estas líneas. Mi hija Marti está este fin de semana con su mamá y tenía varios eventos sociales con sus amigos y amigas, por lo que estos días los pasaré solo, lo cual ya no es un problema para mí, pero hay días en los que esa soledad sí pega, a pesar de la costumbre. Recuerdo que siempre fui un poco solitario e introvertido, pero luché mucho contra eso en mi niñez y, al tener mis rasgos de TOC bastante controlados, también lograba abrirme más con niños y socializar era relativamente fácil. Esto fue cambiando a la vez que los rasgos de mi trastorno iban haciéndose más fuertes y más claros. Siempre he pensado que mi niñez fue la mejor época de mi vida; no tenía mayores preocupaciones y desde que me acuerdo estuve en una situación económica bastante estable y hasta afortunada. Realicé muchos viajes y conocí muchos sitios en el exterior.
Actualmente no me puedo dar los lujos que nos dábamos con mi familia y, de hecho, he tenido pocos viajes fuera del país mientras más han pasado los años. He tratado, dadas las circunstancias, de bajar mi nivel de comodidades y calidad de vida para poder ir a Disney y Orlando con mi hija en sus mejores años. No me arrepiento de haber cambiado varias veces de automóvil y a su vez pasado de un departamento lujoso a uno más modesto, para no hacer sentir a Martina que tiene menos oportunidades de las que tiene un niño y adolecente de su medio y entorno. He logrado, utilizando la gran mayoría de mis recursos, darle a mi nena más o menos las mismas comodidades y oportunidades que los demás niños y niñas de su edad en este mundo consumista. No me arrepiento de eso, ya que yo fui uno de las dos personas que la trajimos al mundo y es mi obligación que esté bien y tenga lo necesario para ser feliz. Claro que aquí vendría la pregunta de qué es la verdadera felicidad.
Para las personas que hemos crecido en un círculo social con gran poder adquisitivo y educación privilegiada, se juntan muchos factores que hacen que desde que somos pequeños la felicidad esté ligada a posesiones materiales. Esto no pasa con el 65% o más del país. Las personas luchan por sobrevivir, por tener lo justo y necesario para tener un entorno relativamente feliz y buscar techo, estudios y trabajo básicamente. Los que hemos tenido el privilegio de nacer en cuna dorada o, en palabras claras, con mucha mayor cantidad de comodidades y calidad de vida en lo económico, nos hemos acostumbrado a llenarnos de juguetes, tanto de niños como de adultos. En nuestras vidas, casi todos los días son de competir el uno con el otro, ya sea en la parte de belleza físico, la cantidad de posesiones, el estar en tal o cual colegio, cuán populares somos, dónde vivimos y qué auto tenemos; sin mencionar el trabajo que conseguimos, su respectiva remuneración y cuantas posesiones de todo tipo vamos acumulando en nuestro ciclo de vida. No digo que esto sea malo necesariamente, pero sí pienso que una competencia tan arraigada y a veces desigual entre las personas que formamos esta sociedad, esta ciudad, este país y finalmente este planeta, sí puede llegar a ser muy estresante y frustrante a la vez.
He comprendido que en mi entorno las personas no nos conformamos con lo que tenemos y siempre queremos más. He vivido en una burbuja de competencia económica, posesiones materiales, viajes alrededor del mundo, y en búsqueda de más cosas que nos llenen. Yo, ya hace muchos años, soy apolítico y ateo; no podría considerarme de derecha o de izquierda, ni católico ni budista, porque no soy de ninguna tendencia política ni religiosa. Creo que estas dos cosas en lo social son las que producen que los seres humanos compitamos y, a su vez, creamos que un sistema es mejor que el otro. En casi todos los casos nuestras tendencias vienen muy ligadas por nuestra ascendencia y cultura. Al nacer no tenemos ninguna idea formada de nada y las vamos adquiriendo con la enseñanza de nuestros padres y, posteriormente, en la cultura en la que crecemos, la religión heredada, el sistema y las bases de nuestra sociedad o círculo. La mayoría de las personas que conozco en mi círculo social tienen sus ideas ya prescritas, las han heredado de sus padres y reforzado por el tipo de educación y el entorno social en el que se mueven. Pocas personas conozco que se salen de un orden social ya establecido o que pueden actuar o pensar libremente dentro de su entorno. No voy a criticar el sistema estilo rebaño en el que vivimos, porque no es el objetivo de mi vida ni de lo que escribo o no en este libro. Cuán de acuerdo o no esté con este sistema, poca importancia tiene. Lo que sí puedo decir es que por mi trastorno psicológico he logrado ver de una manera más objetiva las fallas que creo hay en los sistemas sociales alrededor del mundo, y me he vuelto de cierta manera un libre pensador; puedo apreciar cómo funciona el mundo desde afuera del molde común. Todo esto ha causado que me haya encerrado en mí mismo y que sea bastante ermitaño. Tengo pocos amigos reales y poco contacto con el mundo exterior. No sé si esto bueno o malo, pero al menos he podido escoger esa forma de vida y no estar metido en un mundo social en el que no me siento cómodo, que ha dejado de gustarme o importarme. Mi hija, por otro lado, sigue un poco inmersa en este molde y es normal. Ella atiende a un colegio excelente pero elitista, y debo entender que en uno parecido crecí yo. Trato de explicarle que la competencia extrema dentro de un grupo social puede hacer feliz a unos y entristecer a otros, y que no es mi objetivo “darle pensando” si eso es bueno o malo, pero procuro que no sufra en ese entorno y que sea ella misma siempre. Yo pasé demasiado tiempo preocupándome en cómo ser un miembro popular y exitoso dentro de la sociedad y sufrí mucho; aún sufro un poco. Lo que sí he logrado es ya no regirme por ningún modelo y tratar de ser yo mismo, sea o no sea aprobado por una mayoría. Sé que ha sido duro llegar a este modelo personal y he tenido frustración y reveses al salir de un sistema prescrito y cambiarlo por uno muy personal, pero vivo más en paz conmigo mismo y no siento ese peso de tener que competir o agradar a nadie. Vivo fuera del sistema tipo Gran Hermano donde eres juzgado duramente por ser diferente o salir de un modelo. He dicho muchas veces que seguramente este sistema debe hacer feliz a la gran mayoría, ya que siguen dentro de él. Asumo no viven en mundo de espejismos donde hay que hacer que los demás piensen que tu vida es perfecta, tus hijos son perfectos y tus elecciones en la vida no fueron impuestas o no son juzgadas… ¿o sí? Cada persona que lea este libro será su propio juez, quienes no pueden mentirse a sí mismos y sabrán contestar con la verdad; espero que la mayoría en serio esté a gusto con esta manera de vivir y sobre todo sean felices.
Yo, por mi parte, he venido revelándome año tras año y debo admitir que me he ido quedando un poco -o bastante- solo, pero es mi elección y no puedo culpar a nadie. Hay días como hoy que quisiera tener una vida más sistemática y “normal” dentro de mi círculo. Es decir, tener mi novia o esposa, más hijos, más comodidad, entretenimiento y un trabajo estable con mayor remuneración. Casi al instante que escribo esto, pienso que a pesar de estar solo tengo más paz de la que he tenido rodeado de gente. Hablo en primera persona nuevamente y mi intención no es criticar o burlarme de las personas que viven así. Estoy seguro que muchos viven plenamente sus vidas así, están acostumbrados y muy acomodados en sus mundos. Posiblemente yo estuviera así también de no haber nacido con TOC, si no me hubiera dado cuenta de que esa vida no es para mí… supongo que éste otro punto a favor de mi TOC.
Aunque todos somos diferentes, luchamos por identificarnos con las personas que nos rodean. En mi experiencia, tratar de encajar ha sido un constante motivo de stress, sufrimiento, frustración y desengaño; pero eso es mi mundo, no el de los demás. Quien se identifique conmigo en esta forma de pensar lo hará, y los que no lo hagan seguirán viviendo como siempre y está bien. Yo, la verdad, hay días en los que me siento un extraterrestre en el mundo. No estoy tratando de sonar amargado o “contreras”, como muchas veces llaman a las personas que pensamos diferente, sino que más bien mi intención es expresar que las personas con trastornos psicológicos tendemos a volvernos así, y no es por capricho o por ganas de remar contra la corriente. Es, a mi parecer, nuestra manera de llegar al autoconocimiento y la aceptación personal. Sé que la mayoría de personas que padecemos de trastornos psicológico o de personalidad pensamos muy parecido, nos sentimos incómodos con sistemas impuestos, estrictamente controlados, y sufrimos mucho al tratar de encajar en ellos. Mi punto es que yo, como una persona diferente, que piensa libremente, ya no me siento raro o imperfecto en el mundo. Me acepto como soy y trato de ser feliz así, sea criticado o apuntado con el dedo. La idea de escribir esto no es poner en la balanza quién tiene la razón, ni qué sistema de vida es mejor, más bien es poder aceptar mi realidad y tratar de que las personas que se sientan en una constante batalla por aceptación o encajar en un sistema impuesto, dejen de hacerlo. Prefiero ser solitario a estar acompañado de personas que no encajan con mi manera de pensar o ver el mundo. Prefiero no tener una pareja estable si justo esa pareja me quita estabilidad o hace que mi mundo tenga que cambiar. Tal vez soy un poco extremista, pero nada está escrito en piedra. Hay cosas en las que tengo que trabajar para poder salir de mi zona de confort y relacionarme mejor con personas que piensan diferente, aunque no sea donde más cómodo me siento; así podría sentirme menos solo, tener contacto con más personas y poder socializar.
Vuelvo a decirles que lo que yo escribo como mi filosofía de vida, mi opinión en cuanto a temas sociológicos, teológicos, científicos o de lo que sea, es nada más un punto de vista y no es una propuesta para que nadie cambie. En realidad, es solo el dar una perspectiva diferente de una persona con TOC; tratar de impartir un poco de conocimiento a las personas que padecen iguales o similares trastornos, y a su vez tratar de que nos entiendan las personas que no lo padecen, para no ser satanizados o estereotipados por ser diferentes: nos merecemos el mismo respeto y comprensión que todos.
A fin de cuentas, mi autoconocimiento sigue día a día y voy “parchando” errores y procurando ser una persona más activa, más productiva, más social, pero a su vez más humilde y menos prejuiciosa. Estas letras con las que escribo palabras, luego frases y luego párrafos me han servido de mucho para lograr olvidar lo malo, seguir en busca de lo bueno de la vida y seguir mi camino hacia la felicidad. Estoy seguro que no todos lo aceptamos o vemos así, pero el propósito o motivo de nuestra transitoria estadía en este mundo es llegar a encontrar felicidad.
Dejo aquí este collage de ideas por hoy y espero retomarlo mañana de ser posible. Mi mensaje de este día es: has lo que quieras en tu vida y procura ser feliz, sin importar ser criticado o juzgado mientras no hagas daño intencionalmente a nadie. Habrá personas que se sentirán ofendidas por pensar distinto y te lo harán saber. Si tú estás en paz con tu manera de ser y cómo vives tu vida, poco te debe importar la crítica y mejor aléjate de esas personas que te juzgan o apuntan con el dedo. Cada persona es un mundo y se debe entender y respetar así.
pensamientos y
SENSACIONES II
Son las 9:30 pm del 12 de julio. Acabo de salir de la ducha y aparentemente se acabó el gas, pues me bañé con agua fría los últimos cinco minutos. Nada comparado con el frío que sentí, a pesar de la cantidad ilógica de alcohol que llevaba en las venas, aproximadamente a las 12:30 o 12:40 de la madrugada del día domingo, cuando salí de la cabaña de mi hermana Cindy luego de decirles, a ella y a mi mamá, una cantidad ridícula de improperios -de los que me acuerdo poco pero que sé fueron muy groseros, crueles e injustos- y lanzarme al Lago San Pablo con ropa y quedarme ahí, intoxicado, flotando ¿Cuál era mi verdadera intención? Asumo que jugar a la vida y la muerte como lo he hecho en otras ocasiones; asustar a mi familia y darme de mártir, pues esa noche les había amenazado con quitarme la vida y culparles.
Nuevamente compruebo que soy un absoluto imbécil cuando bebo demasiado y, el problema de fondo, es que siempre bebo demasiado. Ya hace rato que no me doy cuenta del momento, de la línea imaginaria, en la que paso de ser un tomador más del grupo a convertirme en una versión del Hulk, el Hombre Verde de Marvel, y perder la noción de lo que digo y hago, sin importar a quien hiera en el camino. Por suerte tengo un “chip” mental que hace que no pueda golpear físicamente a una mujer, pero ese “chip mental” no funciona con lo que les digo o cuánto daño emocional puedo hacer. Si mal no recuerdo le pedí a Cynthia que me pegue en la cara y ella me respondió que le pegue yo. Ese rato me desarmó porque no sería capaz nunca. Lo que sí recuerdo es lanzarle medias desde el piso de arriba de mi cabaña y, obviamente, las medias de algodón no hacen daño físico, pero ¿y el moral y anímico qué? Destruí en minutos la tranquilidad y la paz de mi mamá y hermana, echando a perder la celebración de cumpleaños de la segunda. Por mi culpa terminó pésimo y causé un nuevo circo en San Pablo del Lago, donde mi hermana escogió pasar el fin de semana con sus seres más queridos. Lo arruiné esa madrugada. Me pregunto ¿debería yo estar incluido entre sus seres más queridos después de mi comportamiento? Se me cae la cara de la vergüenza y creo que debería decir que no. Este no es el primer evento aislado en el cual me comporto agresivo y desafiante con mi mamá y hermana a causa de alcohol.
Hace dos semanas les increpé porque Cindy se había llevado del departamento de mí mamá cuestiones materiales que, supuestamente, eran para mi negocio de compra y venta de artículos ¿Desde cuándo soy el único de la familia que se merece recibir artículos de mi mamá? Yo los vendo, al menos Cindy los utiliza. Y ¿desde cuándo me pongo a pelear por dinero, efectos materiales y me he vuelto tan tacaño y ambicioso? Yo no soy así ya hace muchos años, he tratado más bien de desprenderme de mis cosas materiales y vivir una vida más humilde. Entonces ¿qué carajo me pasa? Me pasa que sigo alcoholizándome sin pensar en ninguna consecuencia o daño a terceras personas; miento a todos al decir que no lo hago, incluyendo a mi psicóloga y psiquiatra. Me miento a mí mismo, eso es lo más grave. Después de lo que causé en San Pablo del Lago me dio tanta vergüenza, que cogí mi auto y me fui hasta mi casa de una. Luego bombardee a mi familia con mensajes de “perdón, no fue mi intención, soy un estúpido, discúlpenme, etc…” ¿Saco algo pidiendo perdón a mis seres queridos si lo vuelvo a hacer? ¿Saco algo buscando su indulgencia cuando repito los mismos errores? No.
Este libro, se supone, trata sobre mi vida con el TOC y de pronto sigue convirtiéndose en “Mi vida con el Alcohol”. Cuando mi cuerpo esté absolutamente limpio, debería pensar seriamente en escribir un libro real y sincero de mi vida con el alcohol, ya que han sido años de abusar del mismo y usas mi TOC como justificación. Claro que así empezó, pero debo aceptar que la mitad de mis problemas han estado acompañados con dosis altísimas de licor, y no puedo culpar a mi desbalance químico, al trastorno de personalidad, pues sabiendo el daño que me hace he seguido abusando. Debo ser sincero conmigo sobre esto: muy posiblemente el alcohol ha hecho tanto daño a mi vida como el TOC, y no debo justificar al uno con el otro. Sería muy fácil decir: “eché a perder el cumpleaños de mi hermana y les mandé al carajo, a ella y a mi mamá, porque mi TOC hizo que tomara” ¡Pues no señor, no es cierto! Tomé hasta el cansancio todo ese día sábado 9 de julio porque me dio la gana. Nadie me obligó, nadie me incitó; lo hice por voluntad propia y sin pensar en las consecuencias. Lo hice porque me gusta tomar y sentirme desinhibido y chévere con los demás. Nuevamente un espejismo, ya que nadie es chévere o simpático borracho; NADIE, con mayúsculas. Hay tomados más apacibles, pero todos hemos causado o buscado problemas cuando estamos intoxicados, más en mi caso, que tomo psicotrópicos por mi TOC ¿Qué parte no entiendo de las cien mil veces que me han dicho todos mis psicólogos y psiquiatras de que no debo tomar? Me lo han venido cantando desde los 21 años, cuando me descubrieron el trastorno. Y me dicen y repiten: “No puedes tomar porque se potencializa tu medicina y causa un efecto contrario, hasta autodestructivo, y después de unos días tu medicación no hará efecto y te deprimirás.” Y a pesar del sinfín de problemas y peripecias que ha causado el hacerme de “oídos sordos”, lo sigo haciendo ¿Quiero terminar en una morgue o un instituto para demencia senil en el futuro? Hay veces que ni yo mismo me entiendo, o no quiero entenderme. Ya tengo 44 años y soy un peligro cuando tomo; no tengo 18 o 23 cuando las estupideces que hacía alcoholizado eran más “normales” para las personas de mi círculo y edad. No está bien nada de esto y no podré ser tomado en serio como un escritor que trata de ayudar a la gente que sufre de trastornos psicológicos, ni tampoco podré tener bases ni argumentos para que me entiendan a mí, ni lo duro que es y ha sido mi TOC, si cada vez que asevero que es gravísimo el abuso del trago con nuestros desórdenes, nuevamente tomo y hago tonterías.
¿Qué de juego, de chiste puede tener, por estar enojado con mi mamá y hermana, saltar totalmente ebrio al Lago San Pablo en la madrugada y quedarme, inerte de pensamiento, flotando 25 minutos? En ese momento, a ciencia cierta, no sé qué quería hacer, qué quería probar o cuál era mi juego tipo Mario Bros, en el que si me ahogaba no pasaba nada porque tengo vidas ilimitadas. Veía al cielo estrellado mientras flotaba en el agua y no llegaba claro el mensaje a mi cerebro aturdido por el alcohol y el frío del lago, de que, si me quedaba dormido, me daba un calambre o algo así, era el final. Y ¿qué hubiera pasado con mi hijita maravillosa, Martina, que está en un campamento de verano? ¿De qué sirvió la promesa que le hice años, afirmando nunca más volvería a intentar un suicidarme? Hubiera devastado a esa señorita de casi quince años, que es lo más sagrado y grande que tengo, por creerme omnipotente con el alcohol y pensar que no hay consecuencias.
Creo que logré darme cuenta de esto. Salí del agua chorreando, casi congelado, hasta mi cabaña. Me saqué la ropa y quedé fulminado en la cama hasta el otro día, en el que, como una nueva pesadilla en mi vida, había causado tristeza y dolor a mi familia. Esta es la madre de las promesas que me voy a hacer a mí mismo y, obviamente, porque se la debo a mi hija Martina, a mis hijas de corazón Fabianna y Elliana, y a toda mi familia y demás seres queridos: el día que vuelva a tomar una gota de alcohol, dejo de escribir este libro, boto la toalla y me alejo de sus vidas. No me refiero a terminar con mi vida, sino a mudarme a vivir a otro lado, donde no pueda herirles o hacerles más daño, preferiblemente otro país, y no vuelvo más. No puedo jugar con los sentimientos de la gente que me quiere. Queda claro: ni una gota más de alcohol. En lugar de dar ejemplo a nadie, estoy empañando de negro estas líneas, oraciones y párrafos con las tonterías que hago.
Así como he sido transparente en todo mi libro, debo ser transparente conmigo mismo. Tengo que dar ejemplo a ustedes, que han seguido esta narración con emociones encontradas, supongo, con aprendizajes del trastorno que padezco y de mí como individuo. Pero si quiero mantener esa imagen verídica y sin máscaras, debo ser cien por ciento transparente conmigo mismo, en todo lo que ha sido, es y será esta redacción de mi vida con el TOC. Consideraré escribir una narración que se centre en “Mi Vida con el Alcohol”, porque al mismo tiempo que empezó mi trastorno, ya cerca de los treinta años, también empezó un abuso muy claro e imprudente del trago. El uno ha ido de la mano con el otro y no he podido separarlos.
Todavía hay cosas que debo corregir y enmendar en este libro de mi vida con el TOC, y pienso que debo empezar por mencionar que nadie tiene la culpa de que yo haya nacido con TOC. Ni siquiera puedo culpar o decir que es un reto que me puso Dios. Para mí no existe un Dios castigador que pone retos. No culpo a un Dios, a mis padres, a genética, al símbolo del zodíaco o a algún demonio raro. Nada de eso. Nací con eso, lo manejo bastante bien mientras no tomo, y moriré con eso. No hay culpables en ese hecho. Debo estar consciente, y hacer conciencia en las personas que leen este libro -sobre todo las que tienen un problema similar al mío-, que no tenemos ni la menor culpa de haber sido “ganadores de una mala lotería”, de ser de ese 5% o menos de las personas que sufrimos estos desórdenes de manera alta o muy molestosa, ni tampoco es justo culpar a los demás. Menos aún a nuestros seres queridos. Si nos victimizamos, como yo lo he hecho estas últimas dos semanas, y culpamos a nuestra familia de nuestro TOC, de nuestros fracasos que han devenido del mismo, nunca seremos libres de verdad; estaremos buscando “chivos expiatorios” entre nuestra familia y amigos, estaremos buscando ser víctimas de la sociedad. Una cosa es que nosotros nos sintamos extraños por nuestra condición en la sociedad, por sus creencias, sus tabús o demás cosas que no coinciden con nuestro pensar, y otra cosa es echarle la culpa por nuestras desgracias.
Voy a hablar primero que nada por mi hija Martina, mis padres, hermanos, sobrinas, primos y demás parientes. Aunque puedo sentirme incomprendido, que a ratos se avergüenzan de mí por mi trastorno, en el 90% de los casos o más son ideas preconcebidas mías. Es mi dificultad para socializar, integrarme, subir mi autoestima lo que me hace verlos como mis jueces. En el caso de mi hija y mis sobrinitas diría que me quieren tal como soy, sin prejuicios, a pesar de ver en mí a un ser diferente, un tanto excéntrico, bastante autodestructivo y mal educado cuando está tomado. Incluso entre el domingo y hoy tuve palabras de tanto cariño y de tanta madurez y comprensión por parte de mi Marti, que sólo puedo agradecer tener a ese ser maravilloso aquí, conmigo. Me subió muchísimo la moral al decirme lo necesario que soy para ella y el padre tan bueno que soy ¡Gracias mi chiquita, por haberme puesto esas líneas tan lindas desde Canadá! Además, mi hermana Cindy me contó que ayer estuvo con mis sobrinitas, Fabi y Elli, en un Centro comercial de Cumbayá donde hay una capilla; mis dos angelitos le pidieron a mi ñaña entrar a la Capilla para rezar para que no me pase nada porque me quieren mucho y soy bueno con ellas. Con esas muestras de cariño entrañable debo sentirme afortunado por seguir con vida. Es mi intención y mi obligación. También, y a pesar de las “boludeces” e improperios que dije a mi mami y a mi hermana, han estado pendientes de mí; mi madre ha llamado a mi casa incontables veces para saber cómo estoy. Obviamente estoy muy golpeado y diría que hasta destrozado anímicamente por mi irracional, ridículo e infantil proceder durante este fin de semana. Es increíble que deje que lo peor de mí aparezca con las mejores personas de mi vida, que los culpe por mis errores o mala fortuna, cuando siempre han estrechado mi mano, que les diga: “no tienen ni idea lo que es tener TOC”. Lo saben; han vivido conmigo el calvario, han sido mis paños de lágrimas siempre, aunque les haya fallado en el pasado.
Claro que, como persona con TOC, tengo mucha ira, traumas psicológicos y demonios internos por no haber podido alcanzar mis metas, por ser incomprendido más de mil veces, y llevar una doble vida en la que he necesitado del alcohol para poder socializar, y tratar de verme un poco más “bacán” dentro de mi burbuja y sociedad… además de con las chicas. No voy a negar que ese fantasma aún me persigue muchas veces y sobre todo cuando más vulnerable soy o estoy. Obviamente ha habido partes muy positivas de mi TOC: ser auténtico, no tener máscaras, no buscar encajar en un grupo específico, ser mucho más humilde de lo que fui, etc. Pero tampoco se puede tapar el sol con un dedo. Lo que sí he logrado es que me deje de importar lo que la gente piense de mí; prueba de eso es que hablo sobre mi TOC con cualquier persona que quiera saber de qué se trata, lo acepto y escribo abiertamente de lo bueno, lo malo y lo feo de Allan.
Son las 3:47 de la mañana y no podré vencer al insomnio. Siento una molestosa nausea y mi estómago está hinchado. Espero no sea por el agua que puede haber tragado en el Lago San Pablo. Sería lógico, esa agua está bastante contaminada. Nuevamente, para desconcierto de mis doctores, por tratar de evitar capítulos depresivos después de lo narrado en San Pablo, he estado medicándome a mi antojo. Utilizando los fármacos como escape, para dormir sin parar, desde el domingo 10 hasta ayer, martes 12, que me levanté tipo 2 de la tarde a comprar un poco de pan, un par de helados pingüino y varias cocas light: mi desayuno, almuerzo y merienda de ayer. Luego me volví a dormir con otros 50 miligramos de somníferos, y después de eso ya no he podido pegar el ojo. He estado fumando, voy unos 22 cigarrillos fácil. Arruiné mi sistema de vida y mi poca rutina por completo estos tres días. Asumo una nueva jalada de oreja de mi psicóloga y psiquiatra. Espero que me tengan paciencia por mentirles de nuevo, y que estén dispuestos a empezar otra vez de cero. Debe ser muy frustrante que tus pacientes se salgan de sus rutinas y te mientan.